Tú vas a ser muy feliz, pero antes de eso, la vida te va a enseñar a ser fuerte.
¿Y ser fuerte qué es? En esta sociedad comercial actual, guiada por el marketing y la imagen, fuerzas subconscientes con las que manejar las voluntades, ser fuerte es ser libre. Libre por qué sabes cuál es la información cierta a considerar y cuál es la información inútil que sólo es ruido y cuya finalidad es someterte a través de la ignorancia. Libre porque tu decisión se basa en la consideración de una mente íntegra, una mente que fue una y luego disociada, aquella integridad que se pierde cuando se habla de corazón y mente. Y en origen ambas son lo mismo. Desde la base del sentimiento, con la información pertinente y la voluntad clara se decide en libertad.
Recorres tu camino y cuando sigues el de otros lo haces conscientemente. Eliges dónde y cómo estar. Dominas el arte de marchar, sin apegos, no permaneces dónde no aportas o no se aprecia tu valía.
Es un acto instantáneo el percatarse de la ausencia de libertad, y también puede serlo cuando la tomas como bandera, pero lo usual es que sea poco a poco, no es fácil vencer a los enemigos de tu libertad. Están fuertemente instalados en tu interior: “De nuestros enemigos líbranos Señor”. De cuantas zozobras nos libraríamos sabiendo que son de los enemigos internos, de los que primero nos tenemos que librar. De nada vale pelear fuera si no se ha dominado primeramente el campo interior.
Hay caminos que han sido transitados anteriormente por seres libres y generosos que nos han dejado el mapa de la conquista interior. Grandes místicos y filósofos nos proponen reconquistar la propia vida, para vivir lo de uno y no ser rebaño que sirve los intereses oscuros de otros. No hay explicaciones fáciles, el discurso pierde fuerza cuando se pretende simplificar o demostrar con argumentos comprensibles para todos. Si no lo ves o no lo sientes, no merece la pena…
