Obviamente debemos dejar bien atrás la teoría corriente del
Karma y su superficial intento de justificar los procedimientos del Espíritu
Cósmico identificándolos erróneamente con unas ideas esquemáticas de ley y justicia,
con los métodos rudimentarios y con frecuencia bárbaros y primitivos de
recompensa y castigo, de incitación y disuasión, tan caros a la mente humana más
elemental. La acción de la naturaleza se fundamenta en una verdad más auténtica y más
espiritual, y sus movimientos no son tan mecánicamente calculables. No se
trata de una ley ética, rígida y estrecha, establecida según un mezquino sistema humano de
valores, ni de un método didáctico adecuado para el alma infantil basado en una
combinación de golpes y de golosinas, ni de la rueda improductiva de una justicia
cósmica brutal que se mueve automáticamente siguiendo las directrices de los juicios
ignorantes de los hombres, de sus instintos y sus deseos terrenales. La vida y el
renacimiento no siguen estas construcciones artificiales, sino un movimiento espiritual e
íntimamente ligado a las más profundas intenciones de la Naturaleza. Una Voluntad y
Sabiduría cósmica que observa la marcha ascendente de la consciencia y la
experiencia del alma a medida que ésta emerge de la Materia subconsciente y asciende hasta su
propia luminosa divinidad, fija la norma y ensancha constantemente las vías de la ley,
o, por mejor decir, puesto que leyes un concepto demasiado mecánico, de la verdad del
Karma.
Porque lo que entendemos por leyes es un movimiento, una
recurrencia específica e inmutablemente habitual en la Naturaleza,
generadora de una secuencia determinada de cosas, y esta secuencia ha de ser clara,
precisa, limitada a su fórmula e invariable. Si no es así, si su movimiento tiene excesiva
flexibilidad, si interviene una variedad o un entrecruzamiento de acciones y de reacciones
demasiado confuso, un sistema de fuerzas demasiado rico, la incompetencia estrecha
e intransigente de nuestra inteligencia lógica no encuentra allí una ley, sino una
incertidumbre y un caos. Nuestra razón ha de tener la posibilidad de cortar, seccionar y
elegir arbitrariamente las circunstancias que le convienen, de seleccionar constantes
inmutables e interpretar la vida como si fuera un mecanismo y reducirla a su esqueleto;
de no ser así, se queda boquiabierta, perdida, incapaz de pensar con precisión o de
actuar con eficacia en un ámbito de normas sutiles e indefinidas. Ha de tener licencia
para actuar con la poderosa Naturaleza de la misma forma que lo hace con la sociedad
humana, con la política, la ética y el comportamiento; pues sólo puede comprender y
ejecutar un buen trabajo cuando se le permite elaborar y planificar sus propias leyes
artificiales, erigir un sistema claro, preciso, rígido, infalible y dejar tan poco espacio
como sea posible a la incesante flexibilidad, a la variedad y a la complejidad que desde el
Infinito presionan sobre nuestra mente y nuestra vida. Movidos por esta necesidad,
intentamos establecer para nuestras propias almas e incluso para el Espíritu cósmico
una ley del Karma tan única e inflexible como la que habríamos formulado si
nos hubiera sido confiado el gobierno del mundo. No es este universo misterioso el que habíamos
creado, sino un cosmos racional adaptado a nuestras exigencias, con una ley de
acción simple y definida, y unas reglas empíricas, fáciles y claras para nuestra inteligencia
limitada. Pero esta fuerza que denominamos Karma se revela como un mecanismo cuya precisión
invariabilidad queda muy lejos de lo que esperábamos; es, más bien, un proceso
que se desarrolla en numerosos planos, que cambia de rostro, de andadura y hasta
de sustancia a medida que asciende de un nivel a otro e incluso en cada plano, y no es
un movimiento único, sino un complejo indefinible de numerosos movimientos en espiral
que difícilmente podemos armonizar conjuntamente, porque no logramos
descubrir la secreta armonía, desconocida para nosotros e inimaginable, que estos
complejos procesos están erigiendo en el ámbito inmenso de las relaciones del alma con la
Naturaleza.
No utilicemos pues el nombre de Ley para designar el karma,
sino más bien el de verdad dinámica y multiforme de toda acción y de toda
vida, el movimiento orgánico a través del cual se manifiesta aquí el Infinito. Así es
como la veían los antiguos pensadores antes de que fuera recortado y fragmentado por
espíritus menos grandes y traducido a una fórmula popular tan fácil como equivoca. La
acción de karma sigue e incorpora numerosas líneas potenciales del espíritu en su
inmenso oleaje, múltiples olas y corrientes de fuerzas del mundo que se combinan y se
enfrentan; es el proceso del Infinito creador, es el camino largo y polimorfo de la progresión
del alma individual y del alma cósmica en la Naturaleza. Sus complejidades no
pueden ser desentrañadas ni por nuestra mente física siempre enzarzada en las apariencias
superficiales, ni por nuestra mente vital del deseo que avanza a trompicones entre las
nubes de sus instintos de sus deseos, de sus decisiones irreflexivas, a través del
laberinto de esas miradas de fuerzas favorables u opuestas que nos rodea, nos empujan, nos
dirigen, nos obstaculizan, desde mundos visibles e invisibles. No puede ser tampoco el karma
perfectamente clasificado, explicado, seccionado en compartimentos estancos, por medio
de las delimitaciones características de nuestra inteligencia lógica en su
inveterada búsqueda de dogmas claramente definidos. Lo que para nosotros es actualmente el
oscuro jeroglífico del karma de la naturaleza sólo podrá ser descifrado el día en
que nuestra consciencia ampliada tenga acceso a la forma supramental de conocer. El
ojo supramental puede abarcar cien movimientos convergentes y divergentes con una
sola mirada y envolver, en la inmensidad de su armonizadora visión de la verdad,
todo lo que para nuestras mentes es conflicto, oposición, colisión, contienda, de
innumerables verdades y poderes enfrentados. La verdad para la visión supramental es, a la
vez, una e infinita, y las complejidades de su acción sirven para poner de manifiesto,
con una abundancia ilimitada de medios, la riqueza de contenidos de la proteica
unidad del Eterno.
Extracto del libro: KARMA de SRI AUROBINDO. Curso de Formación de Profesores/as de Yoga Integral. MAHASHAKTI
ESCUELA DE YOGA INTEGRAL.
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