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sábado, 18 de febrero de 2023

¿CUANTO NECESITAS PARA SER FELIZ?

Para alcanzar la felicidad se necesitan dos escaleras: una corta, que se sube fácilmente y una larga, que cuesta mucho más ascender. El problema es que primero se debe subir la larga, la escalera de la purificación, y una vez superada ésta subir la corta, la de la iluminación que otorga la sabiduría y la felicidad, que es cosa fácil habiéndose purificado, concentrarse en el ahora y sucede.

¿Y en que consiste la purificación? Deshacer los obstáculos que impiden que podamos permanecer en el presente. Según el yoga los obstáculos son la ignorancia, el egoísmo, el apego, la aversión y el miedo a morir. Patanjali explica en los Yogasutras estos obstáculos y las maneras de trascenderlos. En el budismo se habla de los venenos, tres o cinco dependiendo de las fuentes. Los tres venenos son la ignorancia, el deseo y la ira (en la versión de los 5 se añaden a estos: orgullo y celos). Se aprecia la similitud con la coincidencia de ignorancia, apego-deseo y aversión-ira. Distintas maneras de tratar sobre lo mismo.

Ante un estímulo, precepción de algo externo o memoria de algo vivido, aparece una de tres sensaciones: me gusta, me desagrada o me da igual. De inmediato aparece una emoción (que implica noción de movimiento), la emoción aparece en el cuerpo y luego es percibida desde la conciencia ordinaria. Y aquí hay polémica: ¿Lloro porque estoy triste o estoy triste porque lloro? Es un proceso automático la respuesta a esta sensación, obtenerlo si lo deseo, evitarlo si lo rechazo e indiferencia si me da igual. Purificarse implica superar este mecanismo inconsciente y automático. Trascender las filias y fobias personales, familiares o culturales que nos condicionan no es tarea fácil. Tampoco lo es descubrir qué se esconde tras la indiferencia ante ciertas realidades: ingerir tóxicos voluntariamente, incluso a sabiendas, indiferencia ante la injusticia, la opresión, el exterminio de especies, futuro incierto de nuestra especie, etc. Ignorancia, al fin y al cabo.  

En el asunto de la toma de conciencia, del crecimiento personal, no existen fórmulas mágicas, y además de la fórmula se precisa una determinación y voluntad personal cuyo cultivo no es generalizado en nuestra sociedad. Puedes tener la mejor biblioteca, asistir a los cursos y talleres más exclusivos y novedosos y nada va a ser significativo si falta el tesón y la determinación para persistir. Claro, el problema es evidente, de ahí la cita de más arriba, cuando se adquiere experiencia y se empieza a entrever que en la sencillez está la clave, suele quedar poco tiempo de vida para aplicarlo.

KARMA YOGA

Hay muchas formas de enfocar la acción. Una de ellas es la que propone el Karma Yoga, realizar la acción correcta de forma desinteresada.

Cuando una acción no es correcta, no sigue el flujo de la vida, de la verdad, es porque está motivada por la ignorancia. No se hace mejor porque no se sabe cómo.

Paseando la tarde del domingo por las afueras de Cáceres nos encontramos mi hijo y yo con una zona llena de cartuchos por el suelo. No se nos ocurrió nada mejor que ir recogiendo cartuchos, para restablecer el equilibrio en el lugar.

Y aquí está una de las paradojas de la ley del karma según la filosofía budista, una acción errónea de un tercero, nos sirve para mejorar el karma personal, ya que el mitigar las consecuencias negativas de la acción inicial se convierte en karma positivo.

Así que las acciones negativas de otros nos sirven de base para generar acciones compensatorias o reparadoras, en la medida de lo posible, que elevan nuestro karma personal. Otra paradoja, siendo desinteresado en el presente mejoras tus consecuencias futuras (una forma inteligente de egoísmo).

 

Om Shanti.